La Plata, sábado 20 de septiembre de 2008 13
Más allá de la asistencia que
brinda a mujeres que han sido
golpeadas por sus parejas,
la fundación Solidaridad,
Trabajo y Libertad tiene
un comedor comunitario
que refuerza la dieta de los
habitantes del barrio.
Su presidenta, Rosario
Rocha Gutiérrez, dijo a
que asiste a unas 70 familias
que reciben almuerzo y
merienda.
La construcción que posee
en la esquina de 50 y 160
del partido de La Plata (en
la zona de Lisandro Olmos)
se encuentra a medio terminar,
pero no pueden seguir
adelante en virtud de los
costos que eso implica.
Por eso pidieron que aquellos
que puedan donar materiales
se acerquen al barrio,
ya que serán muy bien
recibidos por poco que
parezca.
También necesitan mejorar
las condiciones de las casillas
que habitan las madres
que han sido víctimas de
la violencia familiar y
que duermen ahí junto a
sus hijos.
Diez o quince metros terreno adentro,
quizá demasiado cerca del zanjón que atraviesa
el barrio, se levanta una endeble casilla
de madera que fue subdividida y constituye
el hogar de un puñado de familias. En
medio de esa pobreza, el presente que les
toca vivir es sin dudas doloroso. Pero el pasado
reciente lo es aún más.
La mayoría de ellas son mujeres que
luego de escapar del infierno en que se habían
convertido sus hogares encontraron
refugio en una institución de bien público
que intenta abrirse paso en 50 y 160. Son
mujeres golpeadas que sueñan con nuevos
horizontes para ellas y sus hijos.
Ahí vive Silvia, una madre que se quedó
sin techo cuando, hace seis meses, ardió literalmente
en llamas la casilla que tenía en
City Bell. A partir de ahí, ella y sus hijos -el
más grande de 15 y el más chiquito de 7-
durmieron en cualquier lado, incluso en el
hospital San Roque de Gonnet.
“Son seis mamás y 30 chicos”, explica
Rosario Rocha Gutiérrez, presidenta de la
Fundación Solidaridad, Trabajo y Libertad
cuyo comedor comunitario se encuentra en
esa esquina, cerquita de la casilla y a medio
construir.
Son señoras de bolsillos chicos y corazón
grande que han conformado una familia y
saben cómo defenderse. Así lo demostraron
aquella tarde en que sacaron corriendo
a un golpeador que se había acercado en
busca de su víctima.
Las historias se suceden una tras otra y en
verdad estremecen. Irma cuenta que vivía
en La Granja y que en la comisaría de la
Mujer no atendieron debidamente su caso.
La prueba está en que su ahora ex pareja le
siguió pegando hasta que ella decidió irse
con su embarazo y sus tres hijos.
Los niños son precisamente los que más
sufren. En el refugio -como ellas mismas le
dicen- tienen alimentos y se divierten entre
sí, pero las carencias hacen que duerman
apretados mientras los funcionarios miran
para otro lado.
Le pidieron ayuda al ministerio de Desarrollo
Social bonaerense, pero fue como
buscar agua en un arroyo seco. Las autoridades
ni siquiera se conmovieron con el relato
-constatable y verídico- de la familia que
salvó milagrosamente su vida cuando un
árbol cayó encima de la casilla que ahora no
pueden levantar por la ausencia lisa y llana
de recursos económicos.
Estas madres no tienen padrino político y
quizá ése sea su pecado. Pero no quieren ser
mal pensadas, ya que por lo menos reciben
“alimentos estatales”.
Otra de las madres comenta que se fue de
su hogar el 31 de diciembre, cuando la ciudad
toda se preparaba para la gran fiesta de
la quema de muñecos. Enfurecido y alcohólico
su ex marido amenazó con un cuchillo
al más grande de sus hijos y ella dijo basta.
Ahora el nene tiene 13 años y carga con esa
pesada experiencia.
Ellas siguen adelante gracias a la fundación
y a la solidaridad de los platenses. Pero
necesitan pañales, prendas para niños,
materiales de construcción y en lo posible
un televisor para los más pequeños. Aquellos
que puedan colaborar deben llamar a
los teléfonos: 470-5816 o (15) 593-3007.
EN UN RINCON DE LA PLATA...
Vienen del infierno y piden ayuda
Fueron golpeadas por sus ex parejas y tratan de salir adelante con todo el dolor a cuestas. Viven juntas en una humilde casilla de El Retiro
El comedor y las madres
Lejos de constituir episodios
aislados, los casos de violencia
doméstica se convirtieron
en un mal crónico.

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