El espanto inicial de los platenses por la tragedia que dejó más de medio centenar de muertos no tardó mucho en transformarse en bronca visceral. Pueden perdonar las catástrofes naturales, súbitas, irremediables, pero no la indolencia política, profundamente humana. La indignación apunta desde abajo hacia arriba, abarcando toda la pirámide de funcionarios, de la intendencia a la Nación, que una y otra vez desoyeron las advertencias. En La Plata hubo entre 2002 y 2010 cuatro inundaciones importantes, una más devastadora que la otra. Hubo numerosos planes, competentes proyectos, pero ninguno prosperó por mezquinos intereses o desvíos de fondos para iniciativas que daban más réditos en las urnas.
Esa desidia la terminó pagando la gente, que perdió lo que tenía bajo dos metros de agua. O peor, buscando a sus muertos arrastrados por la corriente. NUESTRA FUNDACIÓN A PESAR DE HABERSE CONSTRUIDO MUCHO MAS ALTA QUE EL NIVEL DE LAS CALLES ESTA VES LE SUBIÓ
EL AGUA A 1 METRO 20 CM. PERDIMOS TODO, ALIMENTOS OFICINAS, FRAZADAS, COLCHONES, Y AHORA SE DEBE SALIR A BUSCAR AYUDA.
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